Por favor, no me deporten: crónica de un viaje sanador y apasionante
Un relato íntimo sobre salud, familia, fútbol y excesos literarios
Llegué a Lima enfermo, con la tos como compañera de vuelo desde Miami. Temía que el clima de la ciudad afectara mi salud, pero para mi sorpresa, el aire fresco y húmedo del Pacífico comenzó a sanarme desde la primera noche. Dormir profunda y tranquilamente, algo que me era esquivo en Miami, se convirtió en un bálsamo reparador.
La visita a mi madre, tras dos años de ausencia, fue el punto de inflexión. Su amor incondicional, manifestado en un almuerzo reconfortante, me devolvió la vitalidad perdida. La tos cedió ante el poder sanador del afecto materno, y respirar se volvió nuevamente natural y sin sobresaltos.
Un reencuentro lleno de amor y las delicias culinarias de la madre
Los días más felices del viaje transcurrieron en casa de mi madre, disfrutando de sus cuidados y de las exquisitas comidas preparadas con cariño. Las lasañas vegetarianas y con jamón serrano, los tequeños, las tostadas con salmón y palta, entre otros manjares, me devolvieron el placer de saborear la vida.
A pesar de mis excesos gastronómicos, mi madre no juzgó mi apetito ni mis descuidos personales. Su mirada tierna me recordó la importancia de valorarme a mí mismo y de no menospreciar mi propia existencia. Aunque mis excentricidades divierten a mis seguidores, su consejo resonó en mi interior.
El desafío de la gira literaria y los límites personales
La intensa agenda de presentaciones y firmas de libros en Lima puso a prueba mi resistencia física y emocional. Aunque el cariño y el apoyo de los lectores me reconfortaron, el agotamiento se hizo presente. Firmando durante horas, posando para fotos y sintiéndome atrapado por la vorágine del éxito, comprendí la importancia de cuidar mi salud y equilibrar mi vida personal y profesional.
Los encuentros con mi hermano, mi amigo candidato presidencial y otros seres queridos, así como las grabaciones diarias para mi canal de YouTube, en medio de anécdotas y risas, aportaron luz y color a esta travesía literaria. Sin embargo, la lección aprendida fue clara: priorizar mi bienestar por encima de las exigencias externas.
El regreso con gratitud y la incertidumbre migratoria
Partir de Lima con salud, alegría y unos kilos de más se convirtió en un regalo inesperado. Los recuerdos de las comidas deliciosas, los momentos compartidos y el afecto recibido me acompañarán en el viaje de regreso. Sin embargo, la incertidumbre ante los agentes de migraciones en Miami se cierne como una sombra sobre la placidez del retorno.
Con la esperanza de regresar a Lima el próximo año, con lecciones aprendidas y experiencias enriquecedoras, solo queda el deseo ferviente de no ser deportado y poder seguir disfrutando de la ciudad que me acogió con su brisa sanadora y su cálido afecto.