Pocas cosas logran emocionarme ahora. Tal vez, todo me sigue sorprendiendo. El temblor al sostener la escopeta se ha desvanecido, pero el canto de un ave quebrando el silencio del monte aún despierta mi atención. Ha cambiado la forma en la que vivo la caza, priorizando la calidad sobre la cantidad y disfrutando cada momento con serenidad.

¿Será que la juventud se desvanece con el tiempo o simplemente evoluciona hacia una nueva etapa? Las canas en mis patillas no me preocupan, prefiero mantener viva la llama de la juventud eterna. La energía debe dirigirse hacia aquello que nos hace felices, evitando las batallas inútiles que solo generan discordia.

El encuentro con la sabiduría

Recientemente, tuve un peculiar encuentro con San Pedro, un ser que destilaba experiencia y carácter. Su actitud desafiante me recordó la mezcla perfecta entre sabiduría y orgullo, ingredientes que pueden conducir a la estupidez si no se manejan con cuidado.

La caza como metáfora de la vida

La caza se ha transformado en un juego de emociones y reflexiones. Cada presa representa un desafío distinto, una oportunidad para agradecer al animal por su lucha y respetarlo en su sacrificio. La frialdad al apretar el gatillo ya no es la misma, ahora se mezcla con la comprensión y el respeto por la naturaleza.

El renacer en la acción

En un día de faenas campestres, me vi desafiado a tomar la garrocha y participar activamente en una antigua tradición. El palpitar acelerado en mi pecho indicaba que algo especial estaba por suceder. Fue en ese instante de acción y emoción desbordante que sentí la juventud regresar a mí, como un ángel que me guiaba.

Conclusión: La juventud eterna en el corazón

En medio de la nostalgia y la sabiduría, he descubierto que la verdadera juventud reside en la forma en que enfrentamos la vida. Cada emoción, cada experiencia, nos recuerda que la pasión por lo que hacemos es la fuente de energía que nos mantiene vivos, sin importar la edad que diga nuestro DNI.