El 10 de febrero pasado, María Jesús Montero, vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, se presentó en la playa de Carboneras con una promesa contundente: expropiar y demoler el icónico hotel El Algarrobico en Almería, símbolo de la depredación inmobiliaria en nuestro litoral.

Cinco meses después, la promesa se desvanece en el aire. La hemeroteca nos recuerda que, pese a los esfuerzos de Montero, el mamotreto de 20 plantas y 411 habitaciones sigue desafiando al mar desde sus piscinas a escasos 14 metros de la costa.

Un compromiso incumplido

La determinación de la ministra por hacer cumplir su palabra la llevó a recurrir a los mecanismos del Estado, incluyendo la aprobación de la utilidad pública de las parcelas que ocupa el hotel. Pero la maraña de litigios y recursos judiciales ha frenado cualquier avance concreto.

El camino para desenredar este nudo legal parece pasar por el Ayuntamiento de Carboneras, que se aferra a la licencia de obras en suelo no urbanizable a pesar de las indicaciones legales en contrario. Así, la promesa de demolición de El Algarrobico se desvanece en la complejidad burocrática.

La credibilidad en entredicho

La situación refleja una problemática mayor en la política actual. La falta de cumplimiento de las promesas electorales ha erosionado la confianza de los ciudadanos en sus representantes. La palabra dada por un político parece tener cada vez menos valor en la sociedad contemporánea.

Montero regresó a su tierra con una promesa incumplida, generando dudas sobre la veracidad y viabilidad de sus compromisos. Gobernar a base de anuncios grandilocuentes que luego quedan en el olvido no hace más que socavar la confianza de la ciudadanía en las instituciones.

Conclusiones claras

La debacle de la promesa de expropiación y demolición de El Algarrobico pone de manifiesto la complejidad de la política y la necesidad de ser realistas en las propuestas. Es fundamental que los líderes políticos ofrezcan soluciones viables y factibles, en lugar de caer en la tentación de anuncios grandiosos sin respaldo.

La lección que deja este episodio es clara: la credibilidad se gana con acciones concretas y no con promesas vacías. La política requiere de responsabilidad y coherencia para recuperar la confianza de los ciudadanos y avanzar hacia un futuro más transparente y honesto.