Querido amigo, sumérgete conmigo en el fascinante mundo de las piscinas españolas, un territorio complejo y lleno de rituales que debes conocer para no sentirte como un pez fuera del agua. Aquí, en este manual de instrucciones, te revelaré los misterios y normas no escritas que rigen este particular universo acuático.

Desde el momento en que pones un pie en la piscina, debes aceptar que tu papel no es protagónico, sino más bien secundario. Tu existencia se convierte en un continuo servicio a tus hijos, esos seres luminosos y reflectantes que demandan tu atención constante. Olvídate de relajarte o desconectar, en la piscina has venido a trabajar como un auténtico profesional de la logística y el entretenimiento.

La batalla por el territorio

La jornada en la piscina comienza mucho antes de la apertura de sus puertas. Verás a hombres madrugadores reclamando su parcela de césped con una determinación propia de conquistadores, equipados con todo tipo de enseres que harían pensar en una mudanza más que en un día de piscina. La lucha no es por el espacio, es por el prestigio y la proyección de la estirpe, y te advierto que terminarás el verano con la espalda resentida por tanta preparación logística.

Conquistar un buen sitio en la piscina es una gesta veraniega equiparable a plantar la bandera en la Luna. Entre los asistentes reina una cooperación silenciosa, pero ten por seguro que podrás contar con la ayuda de tus vecinos para defender tu territorio en tu ausencia, ¡cuidado con los intrusos!

La piscina: un lugar sagrado

En España, la piscina en verano es un templo de agua al que acuden aquellos que no han podido disfrutar de la playa. Estar allí no es mejor que estar de vacaciones, es más bien una versión reducida de ellas. El agua, elemento central, siempre se percibe como fría al principio y luego «muy buena», independientemente de su temperatura real.

El ambiente en la piscina es una mezcla de generaciones y situaciones diversas: jubilados con radio, adolescentes perfumados, padres en chanclas y niños disfrutando de juegos acuáticos. El socorrista, figura de autoridad, observa el bullicio desde su trono de plástico, recordándonos que en todo paraíso hay normas que cumplir.

Despedida melancólica

Al caer la tarde, el calor y el cloro convierten la piscina en un remanso de sombras, anunciando el final momentáneo de la jornada. Recogerás tus cosas con olor a cloro, recordando el mar y quizás con un tono rojizo de Denia. A pesar de todo, sentirás que no es tan malo estar ahí, incluso en pleno invierno.

Así que prepárate para vivir intensamente cada día en la piscina, con sus rituales, normas no escritas y momentos únicos que solo encontrarás en este peculiar microcosmos acuático. ¡Disfruta del verano y recuerda que en la piscina española, la diversión nunca termina!

Estoy aquí para guiarte y acompañarte en este viaje a través de las piscinas españolas, donde cada día es una aventura y cada chapuzón una experiencia inolvidable. ¡Hasta la próxima, siempre tuyo!