1. Miles de personas apátridas viven sin derechos en Europa
Imagínate que no puedes tener un contrato de trabajo, ni acceder a las ayudas de los servicios sociales; ni siquiera al sistema de salud. Y olvídate también de viajar, de matricularte en la universidad o de casarte. Es lo que viven miles de personas que no son reconocidas como nacionales de ningún Estado, los apátridas. Una situación que Nina Murray, jefa de políticas e investigación en la Red Europea sobre la Apatridia (ENS por sus siglas en inglés), resume en tres palabras: “No tener derechos”.
Muchas de las personas apátridas proceden, según explica Murray, de estados que han desaparecido. O han sido desplazadas de sus hogares por la guerra u otros motivos. Otras no tienen nacionalidad a causa de la legislación del país en el que nacen: por ser hijos de apátridas o de personas de países que no reconocen a los descendientes de sus ciudadanos nacidos fuera de su territorio. En otros casos, son apátridas porque el país en el que viven no reconoce como estado a su país de origen, como pasa en buena parte de Europa con las personas originarias de Palestina o de la República Saharaui.
2. Situación actual de la apatridia en la Unión Europea
En 2013, Acnur se marcó un plan de acción para acabar con la apatridia en 2024. Sin embargo, cuando ya casi se cumple el plazo marcado, las cifras de personas sin nacionalidad recogidas por esta agencia a mediados de 2023 siguen lejos de este objetivo: en la Unión Europea se contaban alrededor de 381,000 personas apátridas. Una cifra que, según señala el propio órgano de Naciones Unidas, está basada en los datos facilitados por los distintos gobiernos y ONG, por lo que la cifra real es mucho mayor. Y son precisamente las personas no incluidas en la estadística, esas personas invisibles, las que viven una situación más difícil.
Desde mediados del siglo pasado, dos convenciones de la ONU tienen como objeto garantizar unos mínimos derechos a estas personas. Primero, la Convención de 1954 sobre el Estatuto de los apátridas, que define qué personas entran en esta categoría y ordena a los países firmantes que les proporcionen el acceso a unos derechos básicos que sean, al menos, los mismos de los que disfrutan las personas extranjeras con residencia legal. Después, la Convención de 1961 para reducir los casos de apatridia, que pone topes a los requisitos que deben cumplir los apátridas para acceder a la nacionalidad. Pero, según recoge el último informe sobre apatridia de la Red Europea de Migraciones (EMN por sus siglas en inglés), Francia, Grecia y Eslovenia siguen a día de hoy sin ratificar la convención de 1961, y Chipre, Estonia y Polonia ni siquiera se han adherido a la de 1954.
El primer paso: ser reconocido como apátrida
A pesar de que la convención de la ONU que ordena la identificación y los mínimos derechos de la población apátrida data de 1954, Acnur no ha tenido cifras de cuantas personas encajan en este perfil hasta medio siglo después, en 2004. En ese año, contaba cerca de 625,600 apátridas en la Unión Europea, incluyendo cifras aportadas solo por trece países. De ellas, la inmensa mayoría – más de 602,700 – residían en Letonia y Estonia, aunque muchas de ellas tenían una consideración ligeramente diferente: son “no-ciudadanos”, la mayoría procedentes de la antigua Unión Soviética, con ciertos derechos reconocidos, entre ellos disponer de un pasaporte.
El reparto actual de los apátridas identificados es muy diferente: Letonia y Estonia siguen siendo los países de residencia de la mayoría de apátridas europeos – casi 255,700 de los 381,000 que Acnur contaba a mediados de 2023 -, pero sus cifras son mucho menores. En otros países, sin embargo, el número de apátridas ha aumentado: Suecia ha pasado de 5,300 en 2005 – primer año con datos – a 40,400 y Dinamarca de 446 también en 2005 a más de 11,400.
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