Adiós al escultor Joel Saphiro, el maestro máximo
Recordando la vida y obra de un genio incomprendido
La primera frase que me lanzó, como un dardo, fue: «Por favor, no me llame minimalista». Joel Shapiro (1941) fue, en todos los sentidos, «asimilado» por aquellos planteamientos hiper-sintéticos que intentaron poner freno tanto a la gestualidad abstracta como a la cultura del consumo en la especularidad del Pop.
Las primeras piezas de Shapiro, con una simplicidad geométrica estricta, facilitaron la lectura en clave minimal. Realizó exposiciones en grandes centros internacionales y en España se pudo disfrutar de su magnífica muestra en el IVAM en 1990.
Hospitalidad y simbolismo
Joel Shapiro asumía cuestiones fenomenológicas, pero también introducía preocupaciones psicológicas y simbólico-narrativas. Una de sus obras emblemáticas fue la casita, capaz de generar una atmósfera de ternura y hospitalidad.
No estaba dispuesto a caer en la ortodoxa separación entre lo abstracto y lo figurativo. Jugaba con las escalas manteniendo una elegancia escultórica infrecuente, alegorizando acaso la dinámica de la existencia.
Legado y trascendencia
Joel Shapiro buscaba maximizar la existencia en sus esculturas, renunciando a los pedestales y sugiriendo que, en muchas ocasiones, menos puede no ser suficiente. Su obra desafía los límites de lo minimalista y abre un camino hacia lo maximalista en la escultura contemporánea.
Descubrir la obra de este maestro es sumergirse en un universo de formas danzantes y de significados profundos, donde cada pieza invita a reflexionar sobre la complejidad de la vida y la búsqueda constante de la plenitud.
Despedida de un visionario
Con la noticia de la muerte de Joel Shapiro, el mundo del arte pierde a un visionario que desafió las convenciones estéticas y nos dejó un legado de esculturas que trascienden lo minimalista para abrazar lo máximo en expresividad y significado. Su genio incomprendido seguirá inspirando a las generaciones futuras a explorar nuevos horizontes en el arte escultórico.