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Los secretos detrás de una jeta y dos tontos

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Una jeta y dos tontos

Reflexiones sobre la entrega de la Medalla de Oro de Galicia a la infanta Leonor

A veces, el devenir del tiempo me lleva a pensar que el resto de mi existencia debería emplearlo en limpiar el desorden de mi mente. Recuerdo con nitidez a Juan Carlos I desembarcando en el muelle de Porcillán, para luego saludar desde la terraza de la casa de los Calvo-Sotelo en Guimarán, erigida gracias al talento del sabio arquitecto veigueño Lalo Posada. En esos recuerdos se cuela la imagen de las infantas en el campamento de Castropol, navegando en vela por la ría de Ribadeo.

Recientemente, la vela latina ha sido declarada Bien de Interés Cultural Inmaterial. Una denominación que, si bien pretende subrayar su valor intangible, resulta paradójica al referirse a algo tan material como las velas latinas en sí. En mi mente, visualizo a alguien de los Pacho continuando la tradición de construir botes en la desembocadura del Berbesa, junto a la ría de Ribadeo, que Pérez de Castro prefería llamar del Eo, un lugar que inspira mil historias por contar.

La entrega de la Medalla de Oro de Galicia a la infanta Leonor en Compostela

En un acontecimiento más reciente, la infanta Leonor fue galardonada con la Medalla de Oro de Galicia en Compostela. Sin embargo, la ausencia de la alcaldesa Goretti en esta ceremonia despierta interrogantes sobre la responsabilidad y el respeto institucional. Los habitantes de Compostela, que financian su sueldo para que cumpla con sus obligaciones, merecen un comportamiento ejemplar por parte de sus representantes.

La falta de asistencia de la alcaldesa no solo denota ignorancia, sino un desdén hacia sus deberes cívicos. Es un acto de irresponsabilidad y un desprecio hacia quienes confiaron en ella para velar por los intereses de la comunidad. La protesta de los ciudadanos, manifestada a través de pancartas, banderas y consignas, refleja la indignación ante la falta de compromiso de quienes ocupan cargos públicos.

El papel de ‘los tontos de la pancarta’ y ‘los tontos de la bandera’

En este tipo de eventos, es común la presencia de individuos que actúan como ‘los tontos de la pancarta’ y ‘los tontos de la bandera’. Estos personajes, previsiblemente preparados para cualquier circunstancia, desempeñan un papel secundario en el teatro político de la actualidad. Su participación, marcada por la exhibición de símbolos y consignas, parece más una farsa que una manifestación auténtica de opiniones e ideales.

La utilización de banderas y pancartas como medio de expresión se ha desvirtuado, convirtiéndose en meros accesorios de un guion preestablecido. Su presencia, lejos de aportar valor a la protesta, contribuye a desvirtuar el mensaje y desviar la atención de las verdaderas demandas de la ciudadanía. Estos actos, en lugar de generar cambios significativos, perpetúan la imagen de una sociedad distraída y manipulable.

Una reflexión personal sobre la situación actual

Antaño, estas situaciones solían arrancarme una sonrisa. Sin embargo, en la actualidad, me sumen en la desesperación al evidenciar la decadencia moral y la falta de compromiso de quienes ostentan el poder. Cada episodio, protagonizado por una clase política desacreditada y una ciudadanía desencantada, me acerca a las puertas del Infierno de La Divina Comedia, donde reza el fatídico lema: ‘Lasciate omni speranza’. Abandonad toda esperanza.

Con una monarquía que, a merced de la ineptitud y la frivolidad, parece condenada a repetir los errores del pasado, nos enfrentamos a un panorama desolador. La presencia constante de figuras carentes de ética y compromiso, junto con la manipulación sistemática de los símbolos patrios, nos empuja a un abismo de incertidumbre y desencanto. En esta era dominada por la superficialidad y el oportunismo, la esperanza se desvanece entre las sombras de un futuro incierto.

El desafío de construir un futuro diferente

Es hora de alzar la voz y reclamar un cambio verdadero. La sociedad merece líderes íntegros y comprometidos, capaces de velar por el bienestar común y actuar con transparencia y responsabilidad. Solo a través de la participación activa y la exigencia de rendición de cuentas podremos construir un futuro digno y justo para las generaciones venideras. No permitamos que la apatía y la manipulación nos suman en la resignación. Es momento de despertar y alzar la bandera de la honestidad y la justicia.

Conclusión

En un contexto marcado por la indiferencia y la corrupción, cada gesto de resistencia y cada acto de integridad son un rayo de esperanza en medio de la oscuridad. No podemos permitir que la mediocridad y la irresponsabilidad definan nuestro futuro. Es hora de exigir un cambio profundo y transformador, en el que la honestidad y el compromiso sean los pilares de una sociedad más justa y equitativa. Solo unidos y decididos podremos construir un mañana mejor para todos.

Prensa24.es